LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA
LOS ORÍGINES: En su fase
inicial de formación los movimientos sociales clásicos en América Latina
tuvieron una fuerte influencia anarquista, a través de la migración europea,
principalmente italiana y española, de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Estos inmigrantes anarquistas, básicamente artesanos y trabajadores de pequeñas
actividades económicas, se dirigieron principalmente hacia las zonas urbanas,
formando las primeras levas de movimientos obreros. A partir de la Primera
Guerra Mundial y posteriormente durante los años veinte, la expansión de las
manufacturas en la región crea condiciones para el surgimiento de un
proletariado industrial, que tendrá su pleno desarrollo con los procesos de
industrialización de la década 1930.
Los movimientos huelguistas estuvieron también marcados
por la influencia de la Revolución Rusa, tanto la revolución bolchevique de
1917 como el proceso revolucionario general y las huelgas generales que habían
sido características en la revolución de 1905. La corriente bolchevique,
llamada “maximalista”, estaba compuesta principalmente por anarquistas que
pensaron que el bolchevismo era una manifestación del propio anarquismo. Esta
visión, que consideraba el bolchevismo como una forma de “maximalismo”, se
mantuvo hasta 1919-1920, cuando los bolcheviques rusos se confrontan con los
Kronstadt que habían sido uno de los brazos principales de la revolución de
1917 y que entran en choque con el gobierno bolchevique, siendo reprimidos
tenazmente. A partir de este momento, parte de los anarquistas se alejan del
bolchevismo y las corrientes que se mantuvieron fieles al mismo formarán los
partidos comunistas.
EL
MOVIMIENTO CAMPESINO Históricamente, el campesinado en América
Latina estuvo sometido a una fuerte dominación de los señores de tierra, bajo
condiciones extremamente negativas de cultivo y organización. En este contexto,
sólo las comunidades indígenas poseían los medios para auto dirigirse y
organizarse, a pesar de la represión a la que fueron sometidas secularmente.
Este sector fue la cabeza de una insurrección popular que se convirtió en una
referencia fundamental en toda la región: la Revolución Mexicana de 1910, que
tuvo una base campesina significativa. La lucha democrática contra el
porfirismo estuvo conducida principalmente por partidos democráticos de clase
media, que por necesidad de base política se aproximan al campesinado,
produciéndose una articulación muy fuerte entre el movimiento campesino y las
luchas democráticas mexicanas. A pesar de que los movimientos campesinos no se
presentan como movimientos indígenas, se empieza a configurar un vínculo más
claro entre ambos. Los líderes de la Revolución Mexicana estaban articulados a
sus orígenes indígenas, sobre todo Zapata, que tiene una fuerte
representatividad como líder indígena, a pesar que no basar su liderazgo
específicamente en ello, Porque en aquel momento, el movimiento está volcado
fundamentalmente hacia la cuestión de la tierra.
EL
MOVIMIENTO OBRERO El movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro
sostén de las fuerzas populares en el continente y encuentra su base material
en la primera ola de industrialización durante la primera década del siglo XX.
Podemos decir que se consolida como movimiento mucho más sólido en los años 20,
desde el marxismo leninismo, esto es, de la influencia bolchevique y de la
revolución rusa que se sobrepone a la segunda internacional y al anarquismo.
Este aspecto es muy importante para configurar las características principales
del movimiento obrero latinoamericano, sobre todo desde el punto de vista
ideológico.
EL POPULISMO
Y LAS LUCHAS NACIONAL DEMOCRÁTICAS El conjunto de movimientos sociales
que surge a lo largo de las primeras décadas del siglo XX va a tener la
oportunidad de aproximarse al poder en los años 30 y 40 con la formación de los
gobiernos populares y populistas. Estos gobiernos buscan apoyarse en los
sectores populares y estructurar sus movimientos sociales en el contexto de una
gran lucha nacional-democrática, integrando todas estas fuerzas sociales y
culturales en frentes de contenido nacional-democrático que ya habían incorporado
muchos puntos comunes con los movimientos antiimperialistas de los años 20 y
van solidarizarse con los movimientos anticoloniales afro-asiáticos después de
la Segunda Guerra Mundial. Los partidos comunistas en la región fueron
integrando los diversos movimientos a una misma lógica nacional-democrática en
la medida en que avanzaba la lucha anticolonialista.
En esta misma época surgía una nueva realidad estratégica
en América Latina. La declaración de Cuba como una República Socialista en
1962, en respuesta a la invasión de Bahía Cochino, introdujo en la región la
cuestión del socialismo como forma inmediata de transición hacia un nuevo
régimen económico-social colectivista. Esta nueva experiencia pasó a influir
sectores significativos de las fuerzas políticas de izquierda en América
Latina, alcanzando su expresión más elaborada en el programa socialista de la
Unidad Popular en Chile, cuando entre 1970 y 1973 intentó una experiencia
absolutamente insólita : realizar la transición hacia un régimen de producción
socialista en condiciones de legalidad democrática. En este momento de avance
de las fuerzas sociales, la tesis de la unidad entre la burguesía nacional y el
movimiento popular obrero-campesino-estudiantil se convirtió en un principio
estratégico fundamental. Concepción fue derrotada por los golpes de Estado que
se sucedieron en la región.
La violencia de la represión de los gobiernos militares
impuestos en Chile y en otros países contrastaba con la experiencia de un
gobierno militar nacional-democrático en Perú, iniciado en 1968 por Velasco
Alvarado. Más que nunca la represión y el terror estatal se desarrollaron hasta
sus formas más radicales. No hay duda que el terror fascista inaugurado por
Pinochet y profundizado por los golpistas argentinos llevó hasta el paroxismo
la represión en la región.
A lo largo de todos estos años, la reivindicación por la
tierra estuvo en el centro de las luchas populares y de la alianza
obrero-campesina, con fuerte apoyo estudiantil y de sectores de la clase media
urbana. Estas reivindicaciones llegaron hasta la Revolución Sandinista en
Nicaragua. Se puede decir, sin embargo, que en las décadas de los 80 y los 90
el fuerte control de las multinacionales sobre la producción agrícola en vastas
regiones del continente cambió dramáticamente el sentido de la lucha campesina.
Entre 1960 y 1990 se completó un proceso de emigración del campo a la ciudad
que expulsó definitivamente vastas capas de pequeños propietarios agrícolas y
consolidó la grande y mediana empresa agroindustrial, articuladas con las
transnacionales agrícolas o manufactureras de productos agrícolas. Se
desarrolla la figura del asalariado agrícola estacional y surge un nuevo
movimiento campesino de carácter sindical, con pequeña presión sobre la tierra.
EL
MOVIMIENTO FEMENINO A partir de la década de 1960 este movimiento
comienza a reivindicar no sólo que los derechos civiles de las mujeres sean
incorporados a la sociedad moderna sino que la sociedad incorpore también la
visión femenina del mundo. Esto supone la participación de la mujer en la
cultura, ya no como un elemento pasivo, sino en un rol protagónico capaz de
reestructurar profundamente la subjetividad del mundo contemporáneo a partir de
una nueva visión que revalore el papel de la vida. En este sentido, la mujer
sería no sólo portadora de la vida sino de una percepción del mundo desde el
punto de vista de la vida. Esto modifica profundamente la visión de la sociedad
contemporánea.
LA
GLOBALIZACIÓN DE LAS LUCHAS SOCIALES los encuentros del Foro Social Mundial
en Porto Alegre y las manifestaciones de masa que lo sucedieron en varias
partes del mundo ya se perfila una nueva realidad de los movimientos sociales
que indican una dinámica no solamente defensiva sino también ofensiva. A pesar
de que este fenómeno ya estaba inscrito en las movilizaciones de 1968, cobra un
significado especial después de la caída del campo soviético cuando las luchas
sociales ganan la dimensión de un gigantesco movimiento de la sociedad civil
contra la globalización neoliberal. Su articulación con fenómenos políticos se
hace más evidente y se expresa en el surgimiento de formas de lucha
insurrecciónales nuevas, como el zapatismo en México y sus desdoblamientos
internacionales en la convocatoria por la lucha contra el neoliberalismo que
atrajo personalidades de todo el planeta ; la emergencia de movimientos
indígenas de resistencia que terminan derrocando gobiernos y dando origen a
partidos y nuevos gobiernos como en Bolivia y Ecuador ; el éxito electoral del
PT en Brasil, que surge de una articulación de los movimientos sociales y de
fuerzas de izquierda en Uruguay y Venezuela. Todos estos fenómenos conforman
una nueva ola de transformaciones sociales y políticas en América Latina que
tiene fuertes raíces en los nuevos movimientos sociales y en su articulación
con las fuerzas de los movimientos sociales clásicos, en el desarrollo de la
izquierda en su conjunto e inclusive, la emergencia de sectores nacionalistas
en las clases dominantes. Estos elementos producen un complejo proyecto
histórico aún en construcción que se expresa también el los procesos de
integración regional acompañados de una creciente densidad diplomática entre
los gobiernos de la región.
El programa alternativo que se dibuja en América Latina
no puede restringirse a una resistencia económica y cultural, más aún cuando la
historia de la región pasa por un largo periodo de estancamiento económico y el
abandono del proyecto desarrollista nacional democrático confrontado a hierro y
fuego por la represión imperialista y gran parte de la clase dominante local ;
cuando la historia de este período se confunde con la dominación brutal de los
intereses financieros sobre la economía, colocando las fuerzas productivas a su
servicio, incluso el Estado que aumenta su intervención para transferir
recursos hacia este sector ; cuando todo esto se hace en nombre de una
ideología reaccionaria que se presenta como la expresión última de la
modernidad y como el “pensamiento único”, resultado del fin de la historia. En
tales circunstancias el programa alternativo debe asumir un carácter global, el
de un nuevo marco teórico y doctrinario que proponga una nueva sociedad, una
nueva economía, una nueva civilización.
Mientras esta tarea de décadas se desdobla, se van
dibujando luchas parciales que asumen un carácter cada vez más sustancial. La
integración regional latinoamericana por, ejemplo, gana dimensiones concretas
en el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones y el ALBA (Alternativa
Bolivariana de los Pueblos) y la Comunidad Sudamericana que cuenta con el apoyo
sustancial del ideal bolivariano. Al mismo tiempo, este ideal es convertido en
doctrina de Estado y de gobierno en Venezuela, inspirándose en la dinámica de
la democracia participativa profundamente articulada a la lógica de los movimientos
sociales.
Muchas serán aún las novedades políticas, culturales e
ideológicas que surgirán en este nuevo contexto. En el proceso electoral de
Lula en Brasil se unieron sectores sociales hasta entonces desarticulados en
búsqueda de un nuevo bloque histórico que unificase las fuerzas de la
producción contra de la dominación del capital financiero. Un perfil similar se
dibujó en Argentina después de los grandes movimientos de masa que cuestionaron
radicalmente el programa neoliberal. En toda la región se habla de un nuevo
desarrollismo que busca crear las condiciones de una nueva política económica
que restaura en parte los temas y la agenda de los años 60 y 70 adaptando la
misma a las nuevas condiciones de la economía mundial. Lo que importa es la voluntad
política, los aspectos técnicos son secundarios y fácilmente obviados por el
amplio desarrollo de los profesionales de la región.
Varias son las manifestaciones concretas de la nueva
propuesta que deberá sustituir la barbarie intelectual del pensamiento único
neoliberal y que incorporará la región a una nueva realidad política e
ideológica. Esta nueva propuesta pone en debate las grandes cuestiones del
destino de la humanidad y los movimientos sociales representarán el terreno
fértil en que brotarán las soluciones cada vez más radicales pues son las
raíces que estarán en juego: la desigualdad social, la pobreza, el
autoritarismo, la explotación. Toda esta agenda estará de nuevo en la arena de
la historia.
Taller:
1. ¿Qué son los movimientos sociales?
2. ¿Qué buscan los movimientos sociales?
3. Conoces alguno movimiento social, descríbelo
4. ¿Por qué crees que hoy se habla de movimientos
sociales globales?
5. Realiza un mapa conceptual del documento
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